Un añito después de Egipto
vinieron las Maldivas. Empezamos pensando en ir unos días a Cabo de Gata pero
la cosa fue enredándose y nos fuimos una mijilla más lejos.
Vuelo de 12 horas con escala en
Bahrein (una calor de morirte en las pistas de un aeropuerto lleno de oros y
donde rifaban Mercedes y Testarrosas).
Llegamos al aeropuerto que
ocupaba toda una isla junto a Male (la capital) y desde allí cogimos un
hidroavión que nos dejó sobre un madero que flotaba cerca de Kuramathi, nuestro
destino. Una isla pequeñita (1 x 0,5 kms) toda cubierta de jungla y caminos de
tierra que conectaban las cabañas desperdigadas con otras más grandes que hacían
de recepción y restaurante.
Fueron un puñado de días
maravillosos rodeados de iguanas, zorros voladores, delfines, tiburones, mantas
y todo tipo de peces a cual más espectacular. Calor y sol que se alternaban con
calor y tormentas que descargaban agua caliente. Mucha playa, mucho snorkel,
mucho submarinismo, mucho comer y beber,… mucho relax sin oír un motor ni
ponerte ni siquiera unas chanclas. El paraíso.
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